miércoles, 9 de diciembre de 2015

Presencia testimonial

Hermana Pilar – Hija de la Caridad

«Cargaos con una mochila de paciencia» nos dice una mujer que ha dedicado su vida a los demás, a los más pobres de los pobres y que a sus 83 años no deja entrever ni un atisbo de cansancio, de acedia, de pesimismo,… sino todo lo contrario: está llena de energía y ganas y un realismo y perspectiva que sólo la experiencia de los años y el contacto con el Señor pueden otorgar.
El martes 1 de diciembre hemos tenido el placer de que la hermana Pilar, Hija de la Caridad de san Vicente de Paul, compartiera con nosotros comida y sobremesa. Nos ha abierto el amplio desván de sus recuerdos y experiencias «al servicio del Señor en los más necesitados»: nos ha contado parte de sus andanzas en los 10 años que estuvo en Venezuela, de su actividad en nuestras parroquias y de su labor en Cáritas.
Especialmente significativo, y emotivo para ella, ha sido cuando nos ha contado cómo –junto con otras 6 hermanas– consiguieron que en 4 de las aldeas que visitaban, los mismos habitantes construyeran sendos templos. También el recuerdo-enseñanza de la importancia de la constancia en el anuncio y el ofrecimiento trayendo a la memoria cómo, tras dos años de insistencia, lograron que los hombres comenzaran a asistir a sus celebraciones y finalmente superaron en número a las mujeres. No faltó una alusión, entre agradecida y sorprendida, a algunas personas que «nunca decían que no. No te daban lo que les pedías, sólo la mitad, pero al mes siguiente pedías lo mismo» y, cómo no, a la Casa Madre que respondió cuando propusieron la excavación de un pozo de agua. De su actual servicio en Caritas destaca la importancia de la acogida a las personas que llegan allí solicitando ayuda, del saber transmitirles cariño, respeto y la conciencia de que no son ellas las únicas que pasan por allí.
Le hemos preguntado qué consejo nos daría, como futuros sacerdotes, para poder atender a los pobres como Dios quiere. Nos responde que, ante todo, hemos de tener «acogida amable, cariñosa y sonriente; estar muy cerca de ellos; dejar que os vean como sacerdotes; y enseñarles a rezar y, a los que ya saben, animarles a hacerlo porque han dejado de hacerlo, a veces por miedo». Y, sorprendidos por dinamismo y empuje contagiosos e inagotables, le preguntamos cómo afrontar los momentos difíciles, esos momentos de flaqueza. Rápidamente nos matiza: «hay que distinguir: si son por la familia, que tira mucho, o si son de vocación». Continúa y termina con una frase tan sencilla como profunda y verdadera: «Si son de vocación, hay que apoyarse en Dios». 
Muchas gracias, doña Pilar. Rezaremos por usted, por sus hermanas y por todas las religiosas, de las que tanto tenemos que aprender. Que Dios la bendiga, que Dios las bendiga.

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