martes, 12 de febrero de 2013

Ante la renuncia del Papa Benedicto XVI (D. Julián López Martín, Obispo de León)

Queridos diocesanos:

Esta mañana nos ha sorprendido a todos la noticia dada por el Propio Santo Padre de su renuncia al ministerio de Obispo de Roma y Pastor de la Iglesia Universal, que se hará efectiva el día 28 de este mes a las 20 horas.

Pasada esta primera sorpresa sólo cabe acoger con amor y obediencia, incluso con ternura, esta decisión comunicada con toda serenidad en el curso de un Consistorio público ordinario o reunión de los Cardenales presentes en Roma. Se trata de un hecho previsto en el ordenamiento canónico de la Iglesia (canon 332, 2), pero que solamente se había producido hasta ahora en tres ocasiones por los Papas Benedicto IX (1032), San Celestino V (1294) y Gregorio XII (1515). Del beato Juan Pablo II se dice que lo pensó también. Personalmente yo he recordado el momento en que el siervo de Dios Pablo VI, durante el Concilio Vaticano II, renunció al uso de la tiara como signo de sencillez evangélica depositándola sobre el altar de la basílica de San Pedro. Del mismo modo veo en este gesto de Benedicto XVI la libertad interior y el desapego de quien, desde el momento de su elección, se presentó como un “humilde obrero de la viña del Señor”.

Merece la pena considerar atentamente las propias palabras del Papa: “Después de haber examinado ante Dios reiteradamente mi conciencia, he llegado a la certeza de que, por la edad avanzada, ya no tengo fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio petrino. Soy muy consciente de que este ministerio, por su naturaleza espiritual, debe ser llevado a cabo no únicamente con obras y palabras, sino también y en no menor grado sufriendo y rezando”. Él mismo ha contado cómo, antes de ser elegido, esperaba tener por fin paz y tranquilidad, de manera que verse de pronto frente a la formidable tarea de Sucesor de Pedro, fue una especie de schock para él. Entonces se puso en las manos de Dios y acogió su voluntad.

Hoy la ha acogido también, sin duda, porque Dios sabe cómo manifestar lo que espera de sus hijos. Por eso os invito a todos a que abriguéis sentimientos de profunda gratitud hacia el Señor por el ministerio del Papa Benedicto XVI, riquísimo en doctrina, valiente en decisiones y fecundo como sólo Dios sabe y la historia reconocerá.

Pero debemos también análoga gratitud hacia el todavía Sumo Pontífice. Oremos por él para que el Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María -hoy es la fiesta de Ntra. Señora de Lourdes- le conceda la paz y tranquilidad a la que tiene también derecho. Realmente su ejemplo es valioso también para quienes llegan al límite de la edad o de las fuerzas en tareas no tan decisivas para la Iglesia.

Tenemos los leoneses una deuda de cariño con Benedicto XVI. Siempre que tuve la oportunidad de saludarle, al presentarme como obispo de León, me decía espontáneamente: “León, la hermosa catedral”. Gracias, querido Santo Padre.

Por último quiero anunciaros que el día 25 de febrero, fiesta de la cátedra de San Pedro, celebraremos una Santa Misa de acción de gracias al Señor por el ministerio de Benedicto XVI y pidiendo por su amada persona. Oportunamente se dará a conocer la hora.

León, 11 de febrero de 2013
+ Julián, Obispo de León