lunes, 25 de febrero de 2013

Día de Convivencia fraterna

Este sábado 23 tuvimos un Día de la comunidad. De acuerdo con el plan pensado por el responsable de actividades culturales, visitamos en primer lugar, la exposición "Romanorum vita.
Fue una actividad muy interesante, porque pudimos acercarnos a una recreación de cómo era la vida cotidiana en una ciudad romana del siglo I aC, sus calles transitadas, sus casas y su modo de vida.
Después de una breve visita a San Marcos y un café, nos fuimos a una bolera de bowling donde pusimos a prueba nuestras destrezas, con la sorpresa de que nuestro director espiritual D. José Luís nos sacó una distancia inalcanzable a los puntos. Fue una tarde de sorpresas y diversión...

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jueves, 14 de febrero de 2013

Taller de habilidades sociales

Hemos recibido ayer la visita de la psicóloga, Ester Pérez, para trabajar con ella en dos sesiones, nuestras habilidades sociales, para poder mejorar nuestro dialogo con las personas, saber ponerse en el lugar del otro y aprender a ser asertivo.
Esta no es la primera vez que nos visita, ya el año pasado nos visito para trabajar otro taller sobre autoestima y auto-conocimiento.


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martes, 12 de febrero de 2013

Ante la renuncia del Papa Benedicto XVI (D. Julián López Martín, Obispo de León)

Queridos diocesanos:

Esta mañana nos ha sorprendido a todos la noticia dada por el Propio Santo Padre de su renuncia al ministerio de Obispo de Roma y Pastor de la Iglesia Universal, que se hará efectiva el día 28 de este mes a las 20 horas.

Pasada esta primera sorpresa sólo cabe acoger con amor y obediencia, incluso con ternura, esta decisión comunicada con toda serenidad en el curso de un Consistorio público ordinario o reunión de los Cardenales presentes en Roma. Se trata de un hecho previsto en el ordenamiento canónico de la Iglesia (canon 332, 2), pero que solamente se había producido hasta ahora en tres ocasiones por los Papas Benedicto IX (1032), San Celestino V (1294) y Gregorio XII (1515). Del beato Juan Pablo II se dice que lo pensó también. Personalmente yo he recordado el momento en que el siervo de Dios Pablo VI, durante el Concilio Vaticano II, renunció al uso de la tiara como signo de sencillez evangélica depositándola sobre el altar de la basílica de San Pedro. Del mismo modo veo en este gesto de Benedicto XVI la libertad interior y el desapego de quien, desde el momento de su elección, se presentó como un “humilde obrero de la viña del Señor”.

Merece la pena considerar atentamente las propias palabras del Papa: “Después de haber examinado ante Dios reiteradamente mi conciencia, he llegado a la certeza de que, por la edad avanzada, ya no tengo fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio petrino. Soy muy consciente de que este ministerio, por su naturaleza espiritual, debe ser llevado a cabo no únicamente con obras y palabras, sino también y en no menor grado sufriendo y rezando”. Él mismo ha contado cómo, antes de ser elegido, esperaba tener por fin paz y tranquilidad, de manera que verse de pronto frente a la formidable tarea de Sucesor de Pedro, fue una especie de schock para él. Entonces se puso en las manos de Dios y acogió su voluntad.

Hoy la ha acogido también, sin duda, porque Dios sabe cómo manifestar lo que espera de sus hijos. Por eso os invito a todos a que abriguéis sentimientos de profunda gratitud hacia el Señor por el ministerio del Papa Benedicto XVI, riquísimo en doctrina, valiente en decisiones y fecundo como sólo Dios sabe y la historia reconocerá.

Pero debemos también análoga gratitud hacia el todavía Sumo Pontífice. Oremos por él para que el Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María -hoy es la fiesta de Ntra. Señora de Lourdes- le conceda la paz y tranquilidad a la que tiene también derecho. Realmente su ejemplo es valioso también para quienes llegan al límite de la edad o de las fuerzas en tareas no tan decisivas para la Iglesia.

Tenemos los leoneses una deuda de cariño con Benedicto XVI. Siempre que tuve la oportunidad de saludarle, al presentarme como obispo de León, me decía espontáneamente: “León, la hermosa catedral”. Gracias, querido Santo Padre.

Por último quiero anunciaros que el día 25 de febrero, fiesta de la cátedra de San Pedro, celebraremos una Santa Misa de acción de gracias al Señor por el ministerio de Benedicto XVI y pidiendo por su amada persona. Oportunamente se dará a conocer la hora.

León, 11 de febrero de 2013
+ Julián, Obispo de León

viernes, 1 de febrero de 2013

Jornada para la Vida Consagrada 2013

Desde la comunidad del Seminario, nos unimos en oración por nuestros hermanos consagrados, pidiendo para ellos que sigan siendo signos vivos de la presencia de Cristo Resucitado en el mundo, como dice el lema para esta campaña 2013.

MENSAJE PARA LA JORNADA DE LA VIDA CONSAGRADA:

El día 2 de febrero es la fiesta de la Presentación del Señor en el Templo de Jerusalén (cf. Lc 2, 22-40), conmemoración litúrgica popularmente llamada la candelaria.

Desde el año 1997, por iniciativa del beato Juan Pablo II, se celebra ese día la Jornada Mundial de la Vida Consagrada, y los consagrados, con su modo carismático de vivir el seguimiento de Jesucristo, son puestos en el candelero de la Iglesia para que, brillando en ellos la luz del Evangelio, alumbren a todos los hombres y estos den gloria al Padre que está en los cielos (cf. Mt 5,16).

En el presente Año de la fe convocado por el papa Benedicto XVI, la vida consagrada, en sus múltiples formas, aparece ante nuestros ojos como un signo de la presencia de Cristo resucitado en el mundo, expresión tomada de la carta apostólica Porta fidei (n. 15) y lema de dicha Jornada.

¿Qué significa que los consagrados son un signo para el mundo de la presencia de Cristo resucitado en medio de nosotros? El apóstol san Pablo puede darnos la clave interpretativa de dicha afirmación al confesar: "Mi vida de ahora en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí" (Gál 2, 20). Los consagrados viven esta fe existencial, una fe que nace del encuentro con Dios en Jesucristo, de su amor, de la confianza en su persona, hasta involucrar la vida entera. "La fe no es un mero asentimiento intelectual del hombre frente a las verdades en particular sobre Dios; es un acto por el cual me confío libremente a un Dios que es Padre y me ama; es la adhesión a un Tú que me da esperanza y confianza. [...] Dios se ha revelado a nosotros en Cristo, ha revelado que su amor por cada uno de nosotros es sin medida: en la cruz, Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios hecho hombre, nos muestra del modo más luminoso a qué grado llega este amor, hasta darse a sí mismo, hasta el sacrificio total. Con el misterio de la muerte y Resurrección de Cristo, Dios desciende hasta el fondo de nuestra humanidad para elevarla. La fe es creer en este amor de Dios [...], un amor indestructible que no solo aspira a la eternidad, sino que la da" (BENEDICTO XVI, Audiencia general, 24.X.2012).

Los religiosos y religiosas, las vírgenes consagradas, los miembros de los institutos seculares y las sociedades de vida apostólica, los monjes y monjas de vida contemplativa, y todos cuantos han sido llamados a una nueva forma de consagración, hacen del misterio pascual la razón misma de su ser y su quehacer en la Iglesia y para el mundo. Ellos y ellas, con su vida y misión, son en esta sociedad tantas veces desierta de amor, signo vivo de la ternura de Dios. Nacidos de la Pascua, ellos y ellas, por el Espíritu de Cristo resucitado, pueden entregarse sin reservas a los hermanos y a todos los hombres, niños, jóvenes, adultos y ancianos, por el ejercicio de la caridad, en las escuelas y hospitales, en los geriátricos y en las cárceles, en las parroquias y en los claustros, en las ciudades y en los pueblos, en las universidades y en los asilos, en los lugares de frontera y en lo más oculto de las celdas.

El papa Benedicto XVI, al convocar el Año de la fe, ha querido que "la Iglesia renueve el entusiasmo de creer en Jesucristo, único Salvador del mundo; reavive la alegría de caminar por el camino que nos ha indicado; y testimonie de modo concreto la fuerza transformadora de la fe [...] a través del anuncio de la Palabra, la celebración de los sacramentos y las obras de caridad". Y asimismo lo quiere para todos nuestros hermanos y hermanas de la vida consagrada. Tenemos ante nosotros, pues, un magnífico programa para este Año de la fe: renovar con entusiasmo la consagración, reavivar con alegría la comunión, testimoniar a Cristo resucitado en la misión evangelizadora.

+ Vicente Jiménez Zamora Obispo de Santander Presidente de la CEVC

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